María Lugones plantea que el sistema moderno-colonial no se sostiene únicamente en la racialización, sino en una estructura inseparable de raza, género y sexualidad. Introduce el concepto de colonialidad del género para explicar cómo la colonización impuso un orden sexo-genérico binario, jerárquico y heterosexual que no existía de la misma forma en muchas sociedades precoloniales. Su aporte central es demostrar que la opresión colonial produce sujetos generizados y racializados de manera simultánea, haciendo imposible analizar estas dimensiones de forma aislada.
Rita Segato analiza la transformación violenta de los sistemas de género a partir de la colonización. Sostiene que el patriarcado moderno no es una continuidad directa de formas patriarcales previas, sino una reorganización colonial vinculada al Estado, la modernización y la expansión del orden jurídico-político occidental. Su aporte consiste en mostrar cómo la colonialidad reconfigura el control sobre los cuerpos de las mujeres y profundiza la violencia de género como parte del proyecto civilizatorio.
Breny Mendoza desarrolla el concepto de colonialidad de la democracia liberal, señalando que nociones como nación, derecho y ciudadanía se construyen históricamente desde una matriz colonial que articula capitalismo, racismo, heterosexismo y sistema de género moderno. Cuestiona la idea de democracia como proyecto universal e interroga quiénes son reconocidos como plenamente humanos dentro de estos regímenes políticos.
Karina Ochoa examina los discursos coloniales que construyeron a los pueblos indígenas como no humanos. Analiza los procesos de bestialización, feminización y racialización que legitimaron la violencia genocida durante la conquista. Su aporte radica en evidenciar que la deshumanización colonial se sostuvo en una violencia profundamente misógina y sexualizada.
Silvia Rivera Cusicanqui critica el derecho como una forma moderna, colonial y patriarcal de organización social. Muestra cómo el orden jurídico ha reproducido históricamente la subordinación de las mujeres y de los pueblos indígenas. Señala que muchas agendas indigenistas priorizan la tierra y el territorio, dejando en segundo plano las demandas específicas de las mujeres indígenas.
Sylvia Marcos aporta una reflexión sobre la espiritualidad indígena como forma de resistencia descolonial. Analiza cómo las mujeres indígenas construyen prácticas espirituales no basadas en dicotomías jerárquicas, sino en dualismos complementarios. Su propuesta cuestiona la racionalidad eurocéntrica y reconoce otras formas de conocimiento y organización del mundo.
Natalia Quiroga Díaz problematiza el concepto de economía del cuidado, señalando que su uso acrítico reproduce lógicas coloniales. Propone descolonizar el cuidado a partir de las experiencias históricas de mujeres negras, indígenas y mestizas, entendiendo el cuidado como una práctica atravesada por relaciones de poder, clase, raza y género.
Luiza Bairros, desde el feminismo negro, cuestiona la capacidad del feminismo hegemónico para explicar las experiencias de subalternidad vividas por las mujeres negras. Su aporte se centra en evidenciar que la opresión racial y de género no puede entenderse sin considerar el racismo estructural y las herencias coloniales en América Latina.
Marisol de la Cadena analiza cómo las identidades indígenas y las formas de conocimiento no occidentales desafían las categorías modernas de sujeto, naturaleza y política. Su aporte radica en mostrar la persistencia de ontologías múltiples que resisten la imposición colonial del pensamiento moderno.
Emma Delfina Chirix García examina las opresiones vividas por mujeres indígenas desde una perspectiva situada, enfatizando cómo el racismo, el sexismo y la colonialidad del poder se entrecruzan en la vida cotidiana y en las estructuras comunitarias y estatales.
María Teresa Garzón Martínez aporta un análisis crítico sobre las formas en que la colonialidad estructura las relaciones de género y raza en contextos latinoamericanos, subrayando la necesidad de metodologías feministas situadas y no eurocentradas.
Aura Estela Cumes reflexiona sobre el racismo estructural y la colonialidad desde la experiencia indígena, mostrando cómo el patriarcado y el colonialismo operan tanto desde el Estado como dentro de las propias comunidades, generando tensiones complejas en las luchas de las mujeres indígenas.
Dorotea A. Gómez Grijalva desarrolla una crítica feminista indígena que cuestiona las categorías universales del feminismo occidental. Su aporte consiste en articular conocimiento, memoria y experiencia comunitaria como formas legítimas de producción teórica.
El texto anónimo sobre la pollera como frontera analiza la vestimenta tradicional como un dispositivo simbólico que marca pertenencia, exclusión y negociación identitaria. Muestra cómo las mujeres indígenas enfrentan múltiples formas de discriminación al transitar entre comunidad, ciudad y universidad.
Rosalva Aída Hernández Castillo estudia el feminismo indígena en México, destacando su doble lucha: por el reconocimiento frente al Estado y por la transformación de prácticas patriarcales dentro de las comunidades. Analiza los encuentros y tensiones entre feminismo indígena y feminismo hegemónico.
Betty Ruth Lozano Lerma propone un feminismo negro descolonial desde la experiencia de las mujeres negras del Pacífico colombiano. Cuestiona las categorías coloniales del feminismo dominante y muestra cómo estas mujeres subvierten la opresión a través de prácticas comunitarias propias, sin depender de los marcos teóricos hegemónicos.
Yuderkys Espinosa Miñoso critica el racismo, el heterosexismo y la colonialidad del saber presentes en el feminismo institucionalizado latinoamericano. Aporta una lectura descolonial que cuestiona la producción de conocimiento feminista desde el Norte global.
Ochy Curiel Pichardo aporta una crítica lesbofeminista descolonial que entiende la heterosexualidad como un régimen político central del sistema colonial moderno. Su trabajo articula raza, género, sexualidad y nación como ejes inseparables de la dominación.
Rosalía Paiva contribuye al análisis de los movimientos feministas desde una perspectiva crítica que enfatiza las tensiones entre institucionalización, autonomía y lucha política.
Diana Marcela Gómez Correal reflexiona sobre los movimientos de mujeres y feministas en América Latina, subrayando los desafíos de articular luchas de género con agendas antirracistas, anticapitalistas y descoloniales.
Francesca Gargallo Celestini desarrolla una crítica a la universalización del feminismo occidental y defiende la pluralidad de feminismos en Abya Yala, destacando la importancia de los saberes comunitarios, indígenas y populares como fuentes legítimas de teoría.
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