Viéndome a mí misma viendo Nueva York.
Carolina Villanueva
Recientemente tuve la fortuna de ser invitada a un viaje de formación y estudio por parte de la colección CIAC.
El viaje se realizó en la ciudad de Nueva York, al ser ésta obviamente un lugar relevante dentro del circuito del arte. Desde el inicio, la propuesta se acompañó de sesiones de taller para articular la experiencia grupal del viaje, en la cual reflexionamos sobre el sentido de esta travesía. Me puso a darle vueltas en la cabeza a lo que representa dicha ciudad desde nuestro contexto. Inevitablemente, me llevó a cuestionar la intención de viajar hacía ese lugar, a pensar qué veríamos allá, a quiénes, desde qué circunstancias. Aunque el objetivo del viaje es el estudio del arte y ése sea lo más importante aquí, el hecho de que fuera un viaje a Nueva York me inquietaba por varias razones; en los últimos años me he adentrado cada vez más en la reflexión sobre la resignificación de las maneras de hacer arte, entendiendo mi contexto, ser mujer en México y lo que eso significa. Cómo crear desde allí y escapar de los moldes dictados no sólo en el arte y en las estrategias de trabajo, sino también en el pensamiento y las maneras de vivir. Si estoy intentando hablar desde el margen tengohay que vivirlo. En ese sentido, desde hace tiempodesde hace muchos años yo no tenía la intención de viajar a EEUU y, mi Visa había estado vencida desde hace diez años. La misión para renovar mi visa, con todos trámites y sus dificultades derivadas de estar viviendo en medio de una pandemia, me parecía casi una casi traición a míi misma. Fue una especie de dilema emocional, por un lado la oportunidad de viajar y reflexionar en grupo a partir de las piezas que pudiéramos ver resultaba súper atractiva y por otra un cuestionamiento hacía el camino que nos lleva a admirar a ciertos personajes, situaciones y espacios como la idea del trabajo bien hecho, del reconocimiento y del éxito. Y así hice ese viaje, queriendo siempre ignorar lo que implica pensar en Nueva York siendo una artista mexicana de poca trayectoria.
El viaje se realizó en la ciudad de Nueva York, al ser ésta obviamente un lugar relevante dentro del circuito del arte. Desde el inicio, la propuesta se acompañó de sesiones de taller para articular la experiencia grupal del viaje, en la cual reflexionamos sobre el sentido de esta travesía. Me puso a darle vueltas en la cabeza a lo que representa dicha ciudad desde nuestro contexto. Inevitablemente, me llevó a cuestionar la intención de viajar hacía ese lugar, a pensar qué veríamos allá, a quiénes, desde qué circunstancias. Aunque el objetivo del viaje es el estudio del arte y ése sea lo más importante aquí, el hecho de que fuera un viaje a Nueva York me inquietaba por varias razones; en los últimos años me he adentrado cada vez más ena la reflexión sobre la resignificación de las maneras de hacer arte, entendiendo mi contexto, ser mujer en méxico y lo que eso significa. Cómo crear desde allí y escapar de los moldes dictados no sólo en el arte y en las estrategias de trabajo, sino también en el pensamiento y las maneras de vivir. Si estoy intentando hablar desde el margen tengohay que vivirlo. En ese sentido, desde hace tiempodesde hace muchos años yo no tenía la intención de viajar a EEUU y, mi Visa había estado vencida desde hace diez años. La misión para renovar mi visa, con todos trámites y sus dificultades derivadas de estar viviendo en medio de una pandemia, me parecía casi una casi traición a míi misma. Fue una especie de dilema emocional, por un lado la oportunidad de viajar y reflexionar en grupo a partir de las piezas que pudiéramos ver resultaba súper atractiva y por otra un cuestionamiento hacía el camino que nos lleva a admirar a ciertos personajes, situaciones y espacios como la idea del trabajo bien hecho, del reconocimiento y del éxito. Y así hice ese viaje, queriendo siempre ignorar lo que implica pensar en Nueva York siendo una artista mexicana de poca trayectoria.
Y así hice ese viaje, queriendo siempre ignorar lo que implica pensar en Nueva York siendo una artista mexicana de poca trayectoria.
Una ciudad llena de mitos y anécdotas sobre los grandes del arte problematizando toda mi visión y mi propósito en este andar. Ver esos laberintos de acero de Richard Serra o las piezas expuestas en Dia Beacon con producciones impresionantes, pintura en grandísimos formatos que no cabrían en mi estudio, me recuerdan una situación económica diferente, -por supuesto que la idea del éxito financiero se pervierte si lo colocamos como nuestro único objeto de deseo-, aun así me parece difícil de olvidar. Quizá la comparación es para nosotros como humanos inevitable, y como humanos que aspiran a algo, al éxito -que ahora se traduce en encontrar cómo sobrevivir esta pesada responsabilidad llamada vida- de disfrutar lo que se vive y llegar a la realización personal. Sí, la validación y el sentido es personal, pero la sociedad tiene parámetros que definen lo que es exitoso y lo que no. Resulta significativamente más complicado no dudar sobre una misma cuando dentro de nuestro campo se nos mide en currículum, en títulos, becas y premios. Nuestra profesión es competitiva, llena de desigualdades, con disparidades inmensas entre esfuerzos y recompensas., Pocos se llevan el botín (el invisible título de “buen artista”) dejando a los demás observando un terreno de juego que no es el mismo para todos. Para que unos triunfen, otros deben perder y los que triunfan se convierten en los genios, de quienes debemos aprender y los que nos guían en el hacer.
Definitivamente, el mundo del arte en Nueva York pone a prueba la decisión, intención y la fuerza interna de unao, del sentido y del propósito de la propia producción. Es difícil ignorar ideas que han sido puestas allí por otros y que parece que dictan nuestro camino ¿Cómo no dejarse influenciar por esos impresionantes museos, la pulcritud de esas vitrinas y el valor económico y cultural de esas piezas? Escribo, “el mundo del arte neoyorkino” porque no podría decir que conocí Nueva York, fue sólo un fragmento de todo lo que significa ese lugar. Conocí todo desde el escaparate, siempre con los ojos bien abiertos como queriendo capturar todo al paso, como lo hicimos desde la pantalla meses antes del viaje. Imposible adentrarse más en tan poco tiempo y con nuestra ocupada agenda de visitas a museos y espacios, la barrera imaginaria estuvo allí siempre. Eran capas de información, unas sobre otras, conviviendo al mismo tiempo. La visión que tengo de ese lugar se ha construído en pedacitos por las vivencias, interpretaciones y los ojos de otros y por mi yo de aquellos días entre mayo y junio. Aunque yo ya había estado allá y volví a estarlo no conocí nunca Nueva York y pensaba mientras caminaba esas calles en el espíritu de la ciudad que ha ido cambiando y acompañando a sus navegantes.
A partir de estas reflexiones es que mi bitácora de viaje resulta en una serie de visiones, imágenes de diferente procedencia hablando en un sentido técnico pero también afectivo, que ofrecen el panorama que se ha compuesto en mi mente a partir de la exploración a distancia y en presencia de esta ciudad.
Las capas de imágenes que acompañan estas letras suponen capas de realidad, capas de conocimiento, o ambas como antifaces de todo lo que hay detrás de aquellos símbolos, y dan vida a un espacio completamente corrompido por mi subjetividad:, un paisaje. Buscar un paisaje de aquella ciudad fue un viaje entre la investigación previa al visitar el lugar y los días cuando estuve realmente allí. Desde casa y simultáneamente desde el Internet, me moví entre modelados 3D construidos por desconocidos, naveguée las cartografía sintéticas de Google Maps. Siempre recolectando imágenes al paso. Desde mis imágenes más internas y confusas reimaginando la historia de la Historia del cine que cada año cuento a mis alumnxs en clase. Recordando los días que estuve allá esa vez, la forma de las escaleras por fuera de las casas, las calles rayadas, la vista desde el tren cruzando el río camino a New Jersey. Ya en la ciudad intenté caminar por los espacios más antiguos de Nueva York e intentar recrear en mi mente la visión de aquellos que vivían allí antes, siempre me obsesionan las temporalidades. Caminé por la calle 1 Broad St, la calle que intersecta, Pearl Street, que me interesaba especialmente por ser la primera con alumbrado eléctrico. Como si se pudiera volver al principio como en un tablero de juego en la tierra de Lenape. Dentro del Museo de los Nativos Americanos me encontré entre una estética que sentí acogedoramente familiar conocí un concepto que resuena con la primera inquietud que describo en este texto, el valor de algo en un sentido que va más allá de lo financiero aunque lo implica pero también representa otros valores. El wampum, un cinturón de piedritas que también me puso a pensar la práctica actual con NFTs.
Esta búsqueda intenta reflejarse en la mezcla de momentos que marcan este camino. En mi composición se integran una capa de mis fotografías de película, que me parecen relevantes por la cantidad de tiempo y concentración que requiere conseguir la imagen, otra capa con fotografías hechas desde el celular tomadas específicamente para compartir en Internet. Una capa de texto encontrado en la calle, graffiti, protesta o saludo. Una más de pintura de paisaje americano de la escuela de Hudson River, una de mis primeras referencias para imaginar un paisaje de aquel espacio, me interesé mucho por los arcoiris entre cielos morados y rosas que aparecen en los cuadros de Edwin Church y Albert Bierstadt; me parecieron algo más cercano al escenario del paisaje digital de una película de ciencia ficción que a lo que vi de real en aquel lugar. Ese boceto de mi imaginación trata en su composición de reflejar ese choque de visiones que pueden convivir integrándose a destiempo pero que de cierta forma en evidenciar sus diferencias pueden surgir preguntas amplias, específicas o quizá solo recuerdos por el juego simbólico y el lenguaje universal de nuestras experiencias,
Respecto al mundo físico de la naturaleza el mar era como es el mar, el cielo y el Sol eran como son el cielo y el Sol. Después del trabajo insaciable que es la observación ¿Qué vemos frente a esas capas y capas de información? Las veladuras se vuelven tan luminosas funcionaran como una pantalla o un espejo ¿Qué se encuentra allí? Nuestro reflejo.
En el estanque de mi reflejo reconocí mi estudio y algunas respuestas para preguntas hasta ese momento desconocidas, como curiosamente, el reflejo del agua en aquel cuadro de Turner en el cuarto 20 “British Landscape” de la Frick Collection donde afortunadamente no permitían la toma de fotografías lo cual me provocó más ganas de no olvidar esa visión única. El deseo de ver más es una sensación impresionante. Ví un destello de fuego en un cuadro de la serie The progress of Love de Fragonard, los apuntes de composiciones y estudios de Lee Lozano reflejadas en la densidad de las formas que pinta, el tiempo de Nam June Paik hecho un avión de metal que colgaba del cubo blanco. El juego entre el 2D y 3D de tantas piezas, la combinación de colores, texturas, patrones, materiales. En el Museo de Historia Natural, una exposición de gemas y piedras preciosas que brillaban más que una pantalla y que atraía con la fuerza de mil mosquitos.
Podría decir que a partir de esos días mi hambre de ver sigue fuerte pero ahora estoy concentrándome eninternado sóolo ver para adentro, en un intento por digerir todo este enredo de imágenes que relato. Definitivamente, los ojos son una prueba para ver más allá de ellos. La vida es un milagro colaborativo y probablemente sólo estemos existiendo en el sueño del otro. El reto es ir navegando el momento, considerarse creador de todo a tu alrededor y explotar la ficción. Nos podemos enfocar en los propios ritmos de vida, nuestros avances y retrocesos o tendría que decir nuestros ires y venires, intentando que cualquier lugar sea propicio para un despliegue de autoconocimiento. En ese sentido sería fundamental vivir atendiendo el presente, sin buscar una garantía de nuestro destino sino abrir espacios para que la vida suceda frente a la fugacidad de nuestros tiempos, encontrar un punto donde se teja lo real, lo imaginario y lo deseado.