viernes, 9 de mayo de 2025

el Hombre que crea al coco y luego le tiene miedo

La técnica no debe entenderse como una mera aplicación automática, sino como un sistema con márgenes de indeterminación que requieren la intervención humana. Incluso en el intercambio entre máquinas, el ser humano actúa como regulador y coordinador, ajustando esos márgenes para optimizar la comunicación. Sin embargo, no cualquier persona puede tomar conciencia de la realidad técnica: ni el obrero ligado a una sola máquina mediante gestos repetitivos, ni el empresario que ve la máquina como una inversión, ni el científico que la reduce a la aplicación de una ley. La verdadera comprensión técnica podría recaer en el ingeniero organizador, una figura similar a un psicólogo o sociólogo de las máquinas, cuya tarea es captar su significado dentro de un sistema complejo y plural.

Esta toma de conciencia técnica exige una reforma cultural que reintroduzca en la cultura general el conocimiento sobre la naturaleza de las máquinas, sus vínculos mutuos y sus relaciones con el ser humano. Para ello, se requiere una educación técnica tan universal y abstracta como la literaria o científica. Solo así se podrá superar la visión obsoleta de la cultura actual, basada en esquemas de técnicas artesanales del pasado, que ya no permiten una regulación adecuada entre las realidades técnicas y las funciones de autoridad. El desfase entre los símbolos culturales y la realidad técnica crea una disfunción comunicativa que afecta a la política, la organización social y el sentido mismo del poder.

La solución pasa por redefinir el objeto técnico no como simple herramienta, sino como una realidad compleja compuesta por elementos, individuos y conjuntos, cuyas relaciones pueden ser comprendidas en su génesis funcional. Según el nivel en que se sitúe (elemento, individuo o conjunto), el objeto técnico provoca respuestas distintas: desde el optimismo ilustrado ante el progreso continuo, hasta la angustia por la sustitución del hombre por la máquina, y finalmente una visión estabilizadora donde la técnica, mediante la información y la organización, actúa como fuerza que se opone al desorden y la entropía. En este sentido, la máquina ya no es enemiga de la vida, sino su aliada: una forma de resistencia frente a la degradación del universo. Esta mirada filosófica renovada abre la posibilidad de integrar verdaderamente al ser técnico dentro de la cultura.



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