jueves, 8 de mayo de 2025

 Esta imagen del oasis, la retoma el Corán de forma recurrente: «Aquellos que hayan creído y practicado las obras pías, Nosotros los haremos entrar en Jardines en los que fluirán los arroyos; allí, inmortales por toda la eternidad, tendrán esposas purificadas y Nosotros los haremos entrar en una densa sombra» (sura IV). Y el Profeta, no sin crueldad, opone este frescor paradisíaco (el oasis) al fuego infernal (el desierto) que azota a los condenados: «Los Moradores del Fuego gritarán a los Moradores del Jardín: «¡Derramad sobre nosotros algo de agua y algo de lo que Alá os ha provisto!» (sura VII) En vano. Sucede incluso que el Corán, más voluptuoso que la Biblia, distingue los licores de estos cuatro ‘arroyos’: «Eh aquí la representación del Jardín prometido a los Piadosos, en él habrá arroyos de agua incorruptible, arroyos de leche de gusto inalterable, arroyos de vino, delicia para los bebedores, arroyos de clara miel» (sura XLVII). Canaán sólo prometía miel y leche. La sura del Profeta anuncia un oasis afro 40 breve tratado del paisaje 34 A. Audurier-Cros y A. Quiot, «Les jardins de l’Islam» en Paysage méditerranéen, ob. cit., pág. 100. Hay edición en español: A. Audurier-Cros y A. Quiot, «Los jardines del islam», en Paisaje mediterráneo, ob. cit. disíaco, con huríes y efebos a voluntad para toda la eternidad...

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