El uso de las herramientas automatizadas de generación de imagen digital como asistentes en la producción artística sigue y ensalza las lógicas capitalistas de sobreproducción y auto explotación al mismo tiempo que reflejan la superficialidad en su reflexión en un sentido artístico. Además la integración de este tipo de producción al campo de las cripto inversiones, refuerza la repetición de estéticas “novedosas” y su existencia en función de la oferta- demanda de un público con intereses meramente económicos.
La lógica de la producción que siguen adoptando los artistas hacia el uso de las tecnologías actuales como la electrónica y la digital tuvo quizá un sentido el siglo pasado. Aún ahora se siguen replicando las mismas reflexiones de los últimos 100 años las cuales radican mayormente en “lo que se puede hacer” cuando evidentemente el contexto ha cambiado tanto; nuestra cotidianidad invadida por dispositivos tecnológicos y por la imposibilidad de definirnos fuera de ellos.
Como ya se ha debatido antes, la inserción de la tecnología como asistente en la creación artística es irrastreable y al contrario, coexisten en una relación simbiótica. Buscar la intersección entre arte y tecnología es absurdo. Este capricho extraño resulta en una persecución infinita por parte de los artistas a las ideas que circundan el concepto de innovación.Tal es el caso del tan popular uso reciente de la inteligencia artificial como generador de imágenes a partir de alimentar a la máquina con ciertas frases o juego de palabras. Las imágenes generadas con herramientas de inteligencia artificial funcionan como un storyboard, como variaciones ilustradas de las ideas depositadas en ellas.
Es urgente, sobre todo como productores mexicanos, preguntarnos de dónde viene este imaginario con el que pretendemos mantener un diálogo, considerando que lo que nos regresa estas herramientas de generación de imagen a partir de IA (Dalle, Crayon, etc.) tienen como fuente una sección muy limitada del imaginario global, usuarios europeos y norteamericanos por lo general, que tiene no sólo tiene acceso a las tecnologías que permiten su uso sino que puede pagar por ellas. Estas herramientas funcionan como un nuevo Disney, más feo y más salvaje moldea mentes.
Con los nuevos sistemas de criptomonedas y la esperanza de la descentralización económica dentro del ciberespacio surge la posibilidad para los artistas de comercializar su producción. Aparecen los NFTs, archivos encriptados con un valor económico único no intercambiable. Sin embargo este método que promete escapar de las formas tradicionales del mercado y comercializar obra sin ayuda de intermediarios resulta en una esclavización de auto promoción en la Red que puede ser sostenida solamente por una numerosa producción diaria para poder destacar entre los miles de productores de imágenes.
Con este ritmo de producción resulta imposible alcanzar una reflexión significativa, lejos de entrar en dilemas sobre la búsqueda de un virtuosismo, las artes tecnológicas se han saltado la fase de arte tradicional, o alguna reflexión conceptual, el énfasis debería encontrarse en pensar nuestro contexto en relación a las convenciones que consideramos tecnología. Debemos tener presente que la interfaz, el software y las estéticas digitales que consumimos no son más que convenciones, decisiones tomadas por compañías y diseñadores que no han tenido nunca la intención de proveernos de herramientas que engrandezcan nuestra creatividad sino vender más.
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