En este texto, se plantea una comparación entre el discurso teológico y el proyecto humanista en relación a la adquisición de conocimiento. Mientras que en la teología se creía que la iluminación provenía de arriba y era distribuida por un portavoz divino, en el enfoque humanista se enfatiza la importancia de abrirse al mundo que nos rodea y aprender de los demás y las cosas. Se establece una diferencia en la dirección de la difusión del conocimiento, siendo descendente y centrífuga en la teología, y centrípeta y ascendente en la antropología.
Se argumenta que en la perspectiva humanista, nadie es realmente ignorante, ya que toda vida implica la construcción de conocimiento. La noción de ignorancia se define desde un conocimiento trascendente que proviene de diversas instancias o procedimientos considerados infalibles. En contraste, se propone un enfoque inmanente del saber, que reconoce la presencia del conocimiento en todas partes donde crece la vida humana, sin excluir a nadie.
Se explora la idea de los mundos virtuales como espacios que expresan el saber colectivo y se destaca el potencial de sumergirse en ellos para percibir tanto lo que ya se conoce como la extensión del posible conocimiento que aún es ajeno. Se menciona la figura del cuerpo angélico en el mundo virtual como una expresión de la contribución a la inteligencia colectiva y como una manera de relacionarse con el saber común.
En este contexto, se plantea el encuentro con el otro humano en el espacio de la inteligencia colectiva, donde el otro ya no es visto como un cuerpo físico o una entidad social, sino como un ángel, una inteligencia en acto. Se describe la posibilidad de contemplar la vida y el saber del otro a través de su proyección en el cielo inmanente del intelectual colectivo. Se enfatiza que cada individuo tiene una figura de deseo singular y enigmática para el otro, lo que transforma el otro mundo de la teología en el enigma del otro en el ámbito de la antropología.
Finalmente, se establece una conexión entre el amor ascendente en los filósofos medievales y la idea de adquirir un cuerpo angélico a través de los mundos virtuales en la propuesta humanista. Se sugiere que este paso por los mundos virtuales permite a las almas imaginar mejor la humanidad y expandir la amistad entre los seres humanos. Aquellos que dejan de aprender son vistos no como ignorantes, sino como individuos que se cierran, limitan su vida y rechazan el encuentro con el otro como ángel, temiendo el enigma y el deseo.
En el texto se plantea el problema del mal desde una perspectiva humanista. Se argumenta que los intelectos colectivos, al considerar a los mundos virtuales como realidades independientes de los seres humanos, pueden caer en la tentación de olvidar a las personas vivas que les dieron origen. Esto lleva a la autonomización ilusoria del colectivo, la fijación idólatra de su propio rostro y la exclusión de otros. Esta separación de las fuentes humanas origina el problema del poder en un espacio donde no debería existir. Se enfatiza que el control por parte de un pequeño grupo, la fijación de una expresión colectiva y la búsqueda de trascendencia son causas del mal en los mundos virtuales.
Se plantea la idea de construir dispositivos técnicos, sociales y semióticos que encarnen la inteligencia colectiva. Estos dispositivos permitirían la materialización de la inteligencia colectiva y fomentarían un espacio de comunicación no mediático, renovando las relaciones humanas y reinventando la democracia. Se describe al intelectual colectivo como una sociedad anónima en la cual cada individuo aporta sus conocimientos y capacidades de aprender y enseñar. Este sujeto transpersonal no limita ni somete las inteligencias individuales, sino que las exalta y les abre nuevas potencias, creando una inteligencia cualitativamente diferente que se añade a las inteligencias personales.
Se establece una comparación entre el pensamiento divino y el humano. Se argumenta que Dios, al ser eternamente intelecto, inteligible e inteligente, contempla eternamente una sola idea que es la fuente de todas las demás. En contraste, el pensamiento humano presenta lagunas debido a factores como el sueño, la enfermedad, el cansancio y las distracciones. Sin embargo, el intelectual colectivo no se apaga nunca, ya que cuando un individuo descansa, otros miembros de la comunidad pensante toman el relevo. Se plantea la posibilidad de pensar juntos y construir un cerebro cooperativo a través de los mundos virtuales, superando la dispersión, el fragmento y el eclipse característicos de la inteligencia humana.
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