POTENCIA DEL PAISAJE
Antes que nada agradezco la atención de los presentes y la generosidad de mis maestras, maestros y de mis compañeros durante estos dos años.
Les voy a leer un texto que escribí reflexionando sobre mi camino en mapa mientras reproduzco algunos videos de mis ejercicios en velocidad más lenta de la original.
El proyecto con el que entré al programa estuvo titulado “el engaño y la magia de las imágenes técnicas” y giraba originalmente en un interés por destruir imágenes, por sacarme la idea de la “imagen técnica” como un objeto que roza la realidad y crear un entendimiento o una simbología propia a partir de los elementos estéticos que yo identificaba como parte de una gráfica digital. Quería dotar de sentido al conjunto de imágenes que había estado trabajando durante años y por otro lado, buscar una salida física para éstas. O por lo menos eso creo, soy escéptica de mis recuerdos. Me cuesta trabajo recordar cuáles eran mis ideas y hasta quién era yo esos momentos pre maestría pre pandemia. No podría jamás haber imaginado todo lo que iba a pasar.
Cuando comenzamos los ejercicios de definición de proyecto y conceptos comenzaron a descolocarse mis intereses. Empecé a ver demasiado profundo en mis intenciones y me fueron absorbiendo al ser demasiado amplías, casi hasta el punto de paralizarse. Perdí la dimensión y los límites de un, uno, proyecto y se dispararon cuestionamientos que sólo podía atender desde explicaciones más cercanas a lo teórico y lo cerebral y cada vez más lejos de la práctica. El planteamiento de un problema para ser resuelto desde la práctica artística me pareció una cosa muy extraña. Hasta ese momento había estado trabajando sin distinguir entre una etapa y otra, solo como un continuo fluir sin estructuras definibles.
Yo quería convivir con personas nuevas, habitar otro lugar de trabajar e imprimir mis imágenes. Como en cualquier viaje las cosas nunca salen como uno planea. Ninguna de estas intenciones se logró como se hubiera pensado pero tuvieron una conclusión interesante cada una a su modo. Nos conocimos, los que nos hemos acompañado en este camino, de la manera más extraña y torpe, aún así construímos nuevos lugares para habitar. Un espacio para compartir, a pesar de todo. Viendo a través de las ventanas de otros. Así nos conocimos. Curiosamente, en un punto de la maestría me centré en lo afectivo de las experiencias en la Red. En cómo se da la comunicación, como se experimenta la vida online, que se pierde y que se gana en el proceso de comunicación con sus múltiples maneras de expresarse.
Quizá fue la vida virtual la que me hizo olvidarme del interés por sacar mis imágenes al mundo físico. Sentí que era una oportunidad para explorar la Red de una manera más consciente, sin embargo con nuestra mudanza colectiva al mundo digital mi necesidad por trabajar dentro de Internet parecía absurda. Aún así pensaba en cómo intervenir ese espacio para destruirlo, para revelar lo qué hay detrás. Pensaba en los dispositivos que mueven y guían nuestro existir. Yo quería construir un “mundo” donde esto fuera evidente. Como si la realidad se rasgara ante nosotros como papel de regalo. Pensaba en un espacio que pudiese ser inmersivo y lleno de errores, sin embargo esta estrategia no hacía coherencia con mi trabajo. tenía y sigo teniendo una necesidad por crear si con aparatos y reflexionando desde la tecnología pero con un enfoque hacia las imágenes pobres, el equipo obsoleto, las funciones básicas y la programación sencilla, y aquello que creía era un interés estético en realidad se trataba de una postura política. Creo que nuestro andar dentro de las redes debe desacelerarse, detenernos un poco y admirar dónde estamos. En nuestros tiempos, los datos es decir la información es a la vez nuestra fuerza y nuestra debilidad a la hora de percibir lo que nos rodea.
Así fue que quise crear un espacio donde estas distorsiones, errores, existieran no en la estética sino en las narrativas. Programé un sitio web que se centraba en contar uno de mis sueños, uno recurrente sobre un paisaje, que remite al lugar donde crecí, en un enfrentamiento del mar, el fuego y el desierto. Al ir construyendo este espacio que combinaba imagen y texto se fueron desencadenando otros cuestionamientos sobre las posibilidades narrativas entre estos elementos. Reflexione sobre el código como imagen y el código como texto, la unión de estas dos y cada una por separado.Mostrar el código. De allí surgieron un montón de dudas interesantes y sobre todo se me desveló el paisaje como la pulsión de todas mis imágenes. Entendí el espacio digital, el espacio de los sueños y el mundo físico como espacios posibles para la aparición de un paisaje. Cualquier lugar habitable y lleno de afectos tiene la capacidad de convertirse en paisaje.
En ese proceso fue surgiendo en mí una reflexión diferente sobre mi entendimiento del tiempo. Por eso los videos lentos. Dentro de las artes digitales parecería que siempre se está compitiendo con el tiempo, tratando de alcanzarlo o resistiéndose a él. Por mi parte, empecé a entender el tiempo de una manera diferente que estoy segura tendrá una repercusión en mi práctica más adelante. Considero que en el -hacer, estas inquietudes sobre el pasado y el futuro no existen, en el momento no existe casi nada. Muchas veces pensamos que como después pasó, el ahora no es.. Pero nos olvidamos que nos encontramos en un continuo estar y que el presente es justo este instante. Somos coautores de este momento, de esta inmensidad a la que llamamos mundo, asombrados siempre ante la existencia del otro.
En un momento muy afortunado pude trabajar con la colaboración de los otros, desde una multiplicidad de voces. En el ejercicio de exposición dentro de la tallera. A partir de un dispositivo sencillo, un programa web y el flujo propio de la red, se pudieron detonar mensajes colectivos que de cierta forma anunciaban un sentir generacional. Logré encontrar sentido, lo digo entre comillas porque es un sentido demasiado personal, pero encontré conexiones más orgánicas de lo que creía dentro de mi trabajo con código.
Me quedo con mucho pero sobre todo con una revolución en mi cabeza que revolvió mis intereses y fueron cayendo lentamente acomodándose en lugares diferentes a los de antes. Logré crear estrategias propias de trabajo a partir de observar las de mis compañeros y maestros. Debo mencionar que paralelamente al desarrollo de mi proyecto dentro el programa, mi práctica con pintura se iba nutriendo con las conclusiones y reflexiones que lograba alcanzar día con día. Cuando nada me estaba haciendo sentido me refugié en la pintura. Por primera vez en los años que lleva mi producción siento que estos dos intereses que he visto tan lejanos empiezan a tocarse. Aún no puedo definirlo completamente pero en este esfuerzo por entenderme a mí misma he alcanzado a ver un hilo entre mis obsesiones. Estoy logrando desamarrarme de mis visiones del estudio de los medios como unidades aisladas y entendiendo que una búsqueda artística tiene la capacidad y la bondad de posarse aquí y allá, de ir y regresar entre pasos parecidos a soluciones pero que en realidad son nuevos problemas que nos alientan a seguir.
Ahora pienso más en imágenes que vienen combinadas desde esos espacios que se crean entre los sueños y pixeles y sé que no es necesario trabajar desde allí para pensar en ellos. Después de todo, refuerzo mi intención de seguir trabajando imagen digital porque he entendido que el aspecto pictórico es lo que más me interesa. Quiero pintar con la computadora. Me interesa hacer imágenes que inventen mundos y que puedan navegar entre sus diferentes materialidades. Podría decir con destello de calidad quizás momentánea que me interesa el paisaje, me refiero a, la combinación de estos espacios afectivos, los digitales llenos de datos, los sueños repletos de sin sentido, los imaginados o deseados, y este el mundo físico y -verdadero- y nuestras experiencias dentro de ellos.
Quizá ahora ya estaría lista para comenzar mi investigación dentro de mapa y empezaría con un ¿cómo convertimos un lugar en paisaje?
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